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Hace ya tiempo que el equipo de Franklin Templeton Fixed Income es consciente de la necesidad de luchar contra los efectos del cambio climático y sabemos que no ser complacientes es esencial. Debemos ayudar a proteger a las comunidades de los acontecimientos meteorológicos cada vez más extremos que hemos visto últimamente, como incendios, inundaciones y sequías, y a comprobar el aparentemente inexorable aumento del nivel del mar, todo lo cual amenaza con causar estragos en el ecosistema mundial.

En 1998, se creó el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIECC), una organización intergubernamental respaldada por las Naciones Unidas, para facilitar a los responsables de las políticas evaluaciones científicas regulares sobre el cambio climático, sus repercusiones y sus posibles riesgos futuros, así como para proponer opciones de adaptación y mitigación. El GIECC publicó recientemente su sexto informe de evaluación, que resume el estado actual de los conocimientos sobre el cambio climático.

El resumen comprende múltiples estudios que muestran de forma inequívoca que ya se han producido cambios rápidos y generalizados en la atmósfera, en el océano, en la criosfera y en la biosfera en cada región del mundo. A no ser que cambiemos no solo nuestra forma de pensar, si no nuestra forma de actuar, los efectos del cambio climático solo pueden empeorar.

Por lo tanto, es evidente que la adaptación al cambio climático debería ser un elemento clave, junto con la mitigación del cambio climático, y creemos que las partes implicadas en el sector financiero desempeñarán un papel importante en los próximos meses y años.

El informe del GIECC enfatiza que muchas opciones de adaptación que ahora mismo son factibles y que se podrían poner en práctica hoy mismo serán más difíciles de aplicar a medida que el calentamiento global aumente. Si esto es cierto, no hay tiempo que perder.

¿Qué significa esto para los titulares de activos?

Por supuesto, sabemos que la creación de un futuro más seguro y justo para nuestras comunidades es una prioridad para muchos de nuestros clientes. Sin embargo, la inversión en la adaptación al cambio climático tiene otros beneficios. La identificación de indicadores ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) que ofrezcan información relevante que el mercado todavía no ha registrado puede permitirnos elegir aquellas inversiones que consideramos mejor posicionadas para ofrecer una rentabilidad sostenible a nuestros clientes. De hecho, hay un creciente conjunto de datos que apuntan hacia la sostenibilidad como factor clave de la creación de valor a largo plazo y el rendimiento de las carteras.1

Estamos seguros de que aquellos emisores que tomen una postura crítica acerca del entorno en el que operan tienen más probabilidades de estar bien posicionados ante los diversos retos que plantea el cambio climático y pueden obtener mejores resultados en los altibajos del ciclo del mercado.

En Franklin Templeton Fixed Income, trabajaremos para utilizar nuestras amplias capacidades de inversión para respaldar los objetivos de inversión de nuestros clientes. Para las compañías aseguradoras, existe un beneficio secundario en la financiación de la adaptación climática: el potencial de una menor responsabilidad futura en relación con los acontecimientos meteorológicos extremos. Por ejemplo, si una empresa vende seguros para daños causados por inundaciones en los Países Bajos, financiar un bono cuyos beneficios están destinados a la mejora de diques podría generar rentabilidad y, de forma ideal, disminuir el número de personas afectadas negativamente por las inundaciones y ayudar a disminuir futuras indemnizaciones por parte de los seguros.

El inversor con un perfil diferente de inversor institucional, el de los fondos de pensiones, también puede agregar bonos de adaptación al cambio climático en sus carteras. El horizonte de inversión a largo plazo de un fondo de pensiones conlleva que el riesgo de impago se convierta en una consideración importante, ya que la salud financiera de un emisor (e incluso su existencia) es cada vez menos clara a medida que nos adentramos en el futuro. Por lo tanto, tiene sentido que la adaptación al cambio climático funcione para salvaguardar las inversiones a largo plazo, lo que podría ayudar a las entidades soberanas y corporativas a prosperar en los próximos años. El despliegue de capital a fin de mejorar la resiliencia climática se puede hacer de dos formas: en primer lugar, financiando aquellos países que invierten en la adaptación al cambio climático como un servicio público, lo que genera la infraestructura necesaria para que las personas y empresas se adapten al cambio climático en el largo plazo; y, en segundo lugar, financiando a empresas concretas que invierten en la adaptación al cambio climático para respaldar su propia longevidad. Creemos que es probable que las inversiones que tienen en cuenta estas consideraciones estén menos afectadas por el cambio climático y que, por lo tanto, reduzcan el riesgo para los titulares de activos.

En lo que respecta a los inversores minoristas, hemos visto una y otra vez que las personas quieren apropiarse de su futuro y ayudar a proteger el entorno en el que viven. La financiación de proyectos que tengan un ámbito de aplicación cercano puede beneficiar directamente a los inversores.

Por ejemplo, la construcción de una protección frente a inundaciones; el aumento de la biodiversidad y, por lo tanto, la mejora de la calidad del aire en una zona protegida; o la mejora del acceso a la electricidad generada a partir de fuentes de energía renovables.

Somos conscientes de que la adaptación al cambio climático es necesaria para el bien de nuestras comunidades. En los Países Bajos, una de las principales categorías de gastos subvencionables es la adaptación al cambio climático y la gestión de agua sostenible. Esta categoría comparte muchos de los objetivos del Delta Plan of Spatial Adaptation del gobierno,2 que tiene como objetivo garantizar que la protección frente a inundaciones, las reservas de agua dulce y la planificación espacial sean resistentes al clima y que trabaja para garantizar la gestión del riesgo de inundaciones. Un ejemplo es la identificación de eslabones débiles en la protección frente a inundaciones. Estos se abordan y se mejoran de manera sistemática para tratar de hacer frente al creciente nivel de amenaza previsto para el año 2050.

El proyecto ya ha hecho avances significativos. Entre los años 2018 y 2021, el gobierno holandés destinó un total de 2.900 millones de euros al Delta Fund y el informe de impacto del país mostró que, aunque todavía quedan muchas cosas por hacer, en 2021 se mejoraron 157 quilómetros de diques para cumplir con las normas de seguridad más recientes.

Conclusión

Los emisores están haciendo progresos y todavía quedan muchas cosas más por hacer para mejorar la lucha frente al cambio climático a través de inversiones responsables en términos ambientales y sociales. Sabemos que las decisiones sobre inversión que tomamos tienen importantes repercusiones en el mundo que nos rodea. Creemos que los emisores que toman una postura crítica con respecto al entorno en el que operan podrían obtener un rendimiento superior en todo el ciclo del mercado en comparación con aquellos que se adaptan de forma más lenta.

Sin embargo, también hay otros posibles beneficios menos obvios para los inversores. Entre ellos, podría estar el ayudar a reducir las responsabilidades futuras relacionadas con los acontecimientos meteorológicos extremos para las compañías aseguradoras si sus asegurados viven en una zona protegida (de inundaciones, por ejemplo). De forma alternativa, un fondo de pensiones con un horizonte de inversión a largo plazo podría disminuir el riesgo de impagos relacionados con el clima entre sus tenencias si selecciona bonos de entidades soberanas y corporativas que mantienen una postura firme a la hora de mejorar su resiliencia climática.

Finalmente, los inversores minoristas pueden decidir financiar proyectos que tengan implicaciones sentimentales o que tengan un ámbito de aplicación cercano, lo que podría aumentar de forma considerable su calidad de vida. Como se ha mencionado anteriormente, todavía quedan muchas cosas más por hacer para mejorar la lucha frente al cambio climático.



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