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Ya han pasado tres meses desde que los anuncios de aranceles del presidente estadounidense Donald Trump del «día de la liberación» generasen el pánico en los mercados financieros y provocasen un desplome repentino de las valoraciones de la renta variable, además de una fuerte subida de las probabilidades de recesión a que apuntaban muchos modelos económicos.

Las consecuencias hasta la fecha han sido notablemente benignas, lo que, por desgracia, podría haber alentado ahora a Trump a redoblar sus amenazas.

La actividad económica ha seguido avanzando a buen ritmo. Si analizamos la volatilidad de los datos de las importaciones, los datos de actividad han mostrado resiliencia. El consumo de los hogares se ha mantenido bien y el mercado laboral mantiene más demanda de trabajadores que oferta disponible. La creación de empleo, que en junio sumó 150,000 puestos no agrícolas, es más que suficiente para mantener el pleno empleo, sobre todo dado que la actual política de inmigración más estricta limita la oferta de mano de obra.

La demanda interna ha mostrado resiliencia

2011-2025
Porcentaje, interanual

Fuentes: BEA, Redbook Research Inc, Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, Macrobond. Análisis de Franklin Templeton Fixed Income Research. A 9 de julio de 2025.

Hasta la fecha, las empresas americanas han reaccionado a la incertidumbre política con cautela, no con pánico. Los datos de las encuestas de confianza siguen siendo contenidos, aunque no hemos observado las reducciones de personal y los despidos masivos que muchos temían. A este ritmo, preveo que el crecimiento del producto interior bruto (PIB) de EE. UU. podría superar cómodamente el 2,0 % para el conjunto del año 2025.

En parte esto se debe a que, pese al habitual bombo mediático, la formulación de políticas económicas en EE. UU. ha generado una combinación bastante equilibrada de lo feo, lo malo —y lo bueno—. La reciente aprobación de la Big Beautiful Bill ha aportado una muy necesaria claridad a las perspectivas fiscales. Si bien el acuerdo presupuestario hace que se consoliden unos déficits fiscales considerables en los próximos años, las perspectivas fiscales resultantes no alcanzan la flexibilidad de los peores temores del mercado. De hecho, los ingresos adicionales por aranceles bien podrían situar los déficits fiscales algo por debajo de los niveles estimados por la Oficina de Presupuesto del Congreso.

La política fiscal sigue siendo demasiado flexible, aunque esto no es algo nuevo (en el período 2022-2024 el déficit fue en promedio del 6 % del PIB) ni inesperado. Y la decisión de hacer permanentes los menores tipos impuestos por la Ley de rebajas fiscales y empleos de 2017 evita lo que de otro modo habría sido una enorme subida de impuestos y valida las esperanzas de que esta administración adopte una postura más propicia a las empresas.

En lo que al comercio se refiere, el hecho de que el Secretario del Tesoro Bessent parece haber asumido un papel principal en las negociaciones tranquilizó temporalmente a los mercados de que podríamos dirigirnos a una serie de acuerdos comerciales sensatos, con aranceles estables en niveles que no alterarían por completo el comercio mundial y el crecimiento económico. Esto ha contribuido a un tono de mayor optimismo en los mercados bursátiles estadounidenses, que la semana pasada habían recuperado sus pérdidas previas y alcanzado nuevas valoraciones récord.

Ahora una nueva serie de declaraciones de la Casa Blanca a través de las redes sociales ponen de nuevo a prueba la resiliencia —y la paciencia— de los ejecutivos de las empresas y los inversores financieros. Esta semana se cumple el período de gracia fijado originalmente por Trump tras sus anuncios del día de la liberación. Dado que prácticamente no se han alcanzado acuerdos todavía, ha ampliado el plazo de negociación hasta el 1 de agosto, al tiempo que ha enviado una nueva tanda de cartas amenazantes a sus socios comerciales, renovando la posibilidad de imponer gravámenes de dos cifras (25 % a Japón y Corea del Sur, por ejemplo, sumados a los aranceles a sectores concretos como el acero). Por supuesto, ha prometido además que no habrá más prórrogas tras el 1 de agosto.

Estas noticias hicieron que las acciones se debilitasen, aunque sufrieron un descenso moderado y no cundió el pánico. La novedad de estas amenazas se está agotando. Los mercados no suelen mantenerse durante mucho tiempo en estado de pánico, al menos si no existe algo que alimente la intensidad del miedo. Así es la naturaleza humana.

A primera vista, esto debería ser positivo para la perspectiva macroeconómica. Dado que los directivos de las empresas y los inversores financieros han tomado la medida de la incertidumbre política y han aprendido a desestimar parte de la exageración de los anuncios de la Casa Blanca y la posterior cobertura mediática, es muy probable que el crecimiento mantenga su equilibrio. El hecho de que los bajos tipos fiscales hayan pasado a ser permanentes debería contribuir tanto a la confianza de las empresas como a la de los consumidores; y el acuerdo en materia del presupuesto aporta un estímulo fiscal adicional a corto plazo, lo cual también debería impulsar el crecimiento del PIB. Y la retórica a nivel mundial sobre el dólar estadounidense y la pérdida de liderazgo mundial de los activos estadounidenses se ha disipado. Como ya he expuesto en artículos anteriores, su liderazgo nunca se cuestionó realmente.

En este contexto, existe el riesgo de que Trump se sienta envalentonado para adoptar medidas más extremas y disruptivas. Hasta la fecha, los avances económicos parecen haber justificado sus decisiones: los ingresos en concepto de aranceles han aumentado de forma considerable sin incrementar la inflación, y la economía ha seguido expandiéndose a un ritmo constante. Pero esto se debe a que las empresas y los mercados se han reconciliado con la perspectiva de unos aranceles generales en torno al 10 %, lo cual, como expuse en la anterior edición de Mi opinión, equivaldría a aplicar un impuesto sobre las ventas relativamente moderado del 2 % a todos los bienes y servicios. Si se rompen las negociaciones comerciales y el Gobierno impone unos aranceles del 25 % o superiores a sus principales socios comerciales, es probable que el efecto en la economía y los mercados fuese mucho menos benigno, en mi opinión.

Parto de la base de que la Casa Blanca es consciente de esto, aunque en este caso existe un enorme elemento de incertidumbre.

La recaudación en concepto de aranceles se ha disparado en los cinco primeros meses

2012–2025

Fuentes: BEA, Redbook Research Inc, Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, Macrobond. Análisis de Franklin Templeton Fixed Income Research. A 9 de julio de 2025.

Por lo tanto, por el momento me atengo a mi pronóstico con respecto a la Reserva Federal (Fed): dado lo observado en cuanto a la actividad y la inflación, no veo la necesidad de introducir nuevas bajadas de tipos, aunque la Fed todavía podría considerar que existe margen para una bajada adicional de 25 puntos básicos. Y dado que el crecimiento resiliente y los grandes déficits presupuestarios mantienen la presión sobre los rendimientos, sigo pensando que los valores del Tesoro de EE. UU. a 10 años concluirán el ejercicio en el rango del 4,50 %-5,00 %.

Trump ha intensificado la presión sobre la Fed y los inversores han comenzado a descontar que cuando venza el mandato del actual presidente de la Fed, Jerome Powell, el próximo mes de mayo, podría ser sustituido por alguien más dispuesto a atender las demandas del presidente de bajar los tipos. Sin duda, una Fed más moderada podría bajar los tipos más allá de mi previsión actual en la segunda mitad del próximo año. Sin embargo, en ese caso cabría esperar que se pronunciase la curva de tipos y que los bonos a 10 años continuasen superando un rendimiento del 4,50 %, suponiendo que no entrásemos en un escenario de recesión.



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